Miércoles de ceniza

Desesperanza, como caer en un pozo y no hacer nada para impedirlo.
Hablé con mi voz interior –todos tenemos una-, para decirle que ya era hora de arreglar las cosas; le gusta huir. Tiene los labios rojos, manchados de carmín... y corre como una nenaza. No sirve tener voz propia si la tuya susurra maleficios mientras tira un par de dados.
Pinchas un dedo y observas con parsimonia cómo sale y resbala la gota de sangre, cae sobre tu bata y sonríe.
Mi voz es una hijita de puta.