Algún día despiertas y te preguntas quién eres. No lo sé, contesta el sombrero.
No lo sé, contesta el espejo.
Qué importa, contestan tus hombros.
Caminas siempre dentro de los mismos zapatos y a veces temes que la altura de su talón no sea la indicada. Si es demasiado alto, te precipitarás al vacío; si es demasiado plano, se te desgastará la suela. Pero, ¿llevar siempre los mismos zapatos no hará que te canses de ellos?
No lo sé, contestan. Ellos te quieren, ellos sí. Entonces recuerdas aquella vez en que te mordieron, te das cuenta de que no puedes confiar en nadie, ni en tus zapatos...
Caminabas o corrías, no lo recuerdas, por aquella calle sin asfaltar, a punto de caerte, con la falda corta que se encogía... Y llovía. Diluviaba sobre todo, pero a ti no te afectaba, como si estuvieras dentro de una burbuja; chocabas contra los obstáculos que había en la calle, pero no te importaba. Nada importaba, sólo correr. ¿Era tarde? ¿Huías de algo?
Qué importa, estás borracha.
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