Son las dos de la madrugada y no hay alcohol dentro de mí. Es el día de todos los santos, ya lo es, así que oficio un ritual funerario para mi estado de ánimo. Sigo mirando la puerta, como antes, como siempre; no se abrirá. La luz de la farola no iluminará el marco que encuadre tu sombra, tu silueta no se reflejará en el espejo de mi esperanza. Es un sentimiento tan ardiente que se consume a sí mismo, como alcohol en un suflé, un papel en una chimenea... Mas las tres notas distantes del piano suenan frías bajo mis dedos. Me pasa todo el rato; me pasa que te necesito. Simplemente.
Me pregunto... me pregunto... Vago entre una mirada apesadumbrada o una sonrisa húmeda, las yemas de mis dedos repelen el vacío, las plantas de mis pies rechazan escaleras, pasadizos sin salida, camas sin caricias. Cuando el sueño me arrastre sin dejar rastro de conciencia, los azules se vuelvan dorados y el tapiz se descubra tras un vetusto telón, entonces... sólo entonces recordaré dónde guardé el color de mis mejillas.
Y el impávido cuervo osado aún sigue, sigue posado, en el pálido busto de Palas que hay encima del portal; y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña, cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal; y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal, no se alzará...¡nunca más!.
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. -Ernest Hemingway.
Love one another and you will be happy. It's as simple and as difficult as that. - Michael Leunig.
Ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral. -José Ortega y Gasset.
Love one another and you will be happy. It's as simple and as difficult as that. - Michael Leunig.
Ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral. -José Ortega y Gasset.
domingo, 31 de octubre de 2010
Te veo mañana
Sé que no es la mujer de mi vida –dijo-. Entonces, ¿Qué vas a hacer? –Le preguntaron- ¿Buscar hasta dar con otra? Efectivamente –respondió- pero temo que no me entiendas; yo hablo de vida, no de mujer.
Estaba concentrado en su respiración y eso le volvía dependiente de ella; no podía dejar que simplemente ocurriera. O engullía oxígeno conscientemente o nada entraba por su garganta. Tenía que entretenerse con algo para poder obviar aquella necesidad y permitir que se volviera mecánica otra vez.
Chapuzón, salpican gotas. Cada una de ellas brilla de un modo diferente al ser traspasada por los rayos del sol, hoy oblicuos. En una de ellas se pueden ver dos personas, encerradas en un espacio infinitamente definido, dos personas existiendo al revés. Una de ellas tiene gripe y hace noches que no duerme bien. La otra, más jovial, no tiene tiempo para pensar en ello. Juntos, caminan por la gota de agua. Hace frío, y el enfermo coge del bracito a la dicharachera. Ella, con su brazo libre sostiene un simple bocadillo de mermelada. Va dándole mordisquitos mientras habla y sonríe y derrocha las migas, expulsándolas de su boca involuntariamente. De golpe, entre palabra y palabra un bocado infructuoso se desvía por el conducto equivocado y ella comienza a toser y a toser, como si estuviera enferma. El enfermo se alarma y tras unos segundos de miedo total logra ponerse en movimiento; impacta con su mano y con fuerza contra la espalda dicharachera y libra su tráquea del inquilino indeseado. Ella sonríe y habla y tose un poco más y le da las gracias entre suspiros. Luego, cogiéndolo del bracito otra vez, le susurra palabras de amor y de desgracia.
Hace frío, ¿verdad? –Dijo ella y él le prestó sus guantes-. Siguieron deslizándose por la gota hasta llegar a la ternura, y una vez allí, amainó el sol y el frío tampoco no vino. Se apagaron los aires acondicionados y la temperatura se volvió neutra. Ella se despojó del regalo y le habló de su madre y sus hermanos y sus incontables primos y él escuchó sin otitis ni perdón. Aguzó el oído y escuchó atenta, concienzudamente. Escuchó y no sólo prestó atención sino que entendió y comprendió. Así que te sientes sola e incomprendida.
Obviaron el calor de la pasión y se dirigieron hasta el morado esperanza, hasta el morado del adiós, hacia el morado del temor. Entonces yo no puedo hacer nada, lo siento. Ella le dijo que conocía qué era querer y se lo explicó. Él la entendió pero no compartió su opinión. Habló de que cuando menos lo esperas aparece alguien nuevo y descubres que antes de ese alguien nada ha sido amor. Ella dijo qué bonito, pero no lo creyó de corazón ni de cerebro ni de vista, porque interrumpió el contacto visual.
Es una lástima que no vayas a quererme –pensó él en voz alta-. Me parece casi una pérdida de tiempo que alguien vaya queriendo por ahí sin consultar al amado en cuestión. Me sabe mal –dictó ella lacónicamente-. Tampoco soy yo la que he decidido que sea irracional y que justamente no me ocurra contigo. Tienes razón.
Así que siguieron andando un ratito más hasta que llegaron a la música y entonces él estuvo contento de haber encontrado algo en lo que depositar su fe, y ella aprovechó para correr rápidamente en dirección opuesta y desaparecer de su campo de visión, para nunca volver.
Pero volvió, volvió porque se le había caído la bufanda por el camino; volvió y pidió perdón y se excusó: es que me la regaló alguien que me quería de verdad, alguien que haría todo por mí. No es que tú me quieras menos -añadió- pero él siempre tuvo los ojos azules y lo demostró. Quizá sencillamente tú te hayas equivocado de mundo.
Y entonces se marchó para nunca volver.
Estaba concentrado en su respiración y eso le volvía dependiente de ella; no podía dejar que simplemente ocurriera. O engullía oxígeno conscientemente o nada entraba por su garganta. Tenía que entretenerse con algo para poder obviar aquella necesidad y permitir que se volviera mecánica otra vez.
Chapuzón, salpican gotas. Cada una de ellas brilla de un modo diferente al ser traspasada por los rayos del sol, hoy oblicuos. En una de ellas se pueden ver dos personas, encerradas en un espacio infinitamente definido, dos personas existiendo al revés. Una de ellas tiene gripe y hace noches que no duerme bien. La otra, más jovial, no tiene tiempo para pensar en ello. Juntos, caminan por la gota de agua. Hace frío, y el enfermo coge del bracito a la dicharachera. Ella, con su brazo libre sostiene un simple bocadillo de mermelada. Va dándole mordisquitos mientras habla y sonríe y derrocha las migas, expulsándolas de su boca involuntariamente. De golpe, entre palabra y palabra un bocado infructuoso se desvía por el conducto equivocado y ella comienza a toser y a toser, como si estuviera enferma. El enfermo se alarma y tras unos segundos de miedo total logra ponerse en movimiento; impacta con su mano y con fuerza contra la espalda dicharachera y libra su tráquea del inquilino indeseado. Ella sonríe y habla y tose un poco más y le da las gracias entre suspiros. Luego, cogiéndolo del bracito otra vez, le susurra palabras de amor y de desgracia.
Hace frío, ¿verdad? –Dijo ella y él le prestó sus guantes-. Siguieron deslizándose por la gota hasta llegar a la ternura, y una vez allí, amainó el sol y el frío tampoco no vino. Se apagaron los aires acondicionados y la temperatura se volvió neutra. Ella se despojó del regalo y le habló de su madre y sus hermanos y sus incontables primos y él escuchó sin otitis ni perdón. Aguzó el oído y escuchó atenta, concienzudamente. Escuchó y no sólo prestó atención sino que entendió y comprendió. Así que te sientes sola e incomprendida.
Obviaron el calor de la pasión y se dirigieron hasta el morado esperanza, hasta el morado del adiós, hacia el morado del temor. Entonces yo no puedo hacer nada, lo siento. Ella le dijo que conocía qué era querer y se lo explicó. Él la entendió pero no compartió su opinión. Habló de que cuando menos lo esperas aparece alguien nuevo y descubres que antes de ese alguien nada ha sido amor. Ella dijo qué bonito, pero no lo creyó de corazón ni de cerebro ni de vista, porque interrumpió el contacto visual.
Es una lástima que no vayas a quererme –pensó él en voz alta-. Me parece casi una pérdida de tiempo que alguien vaya queriendo por ahí sin consultar al amado en cuestión. Me sabe mal –dictó ella lacónicamente-. Tampoco soy yo la que he decidido que sea irracional y que justamente no me ocurra contigo. Tienes razón.
Así que siguieron andando un ratito más hasta que llegaron a la música y entonces él estuvo contento de haber encontrado algo en lo que depositar su fe, y ella aprovechó para correr rápidamente en dirección opuesta y desaparecer de su campo de visión, para nunca volver.
Pero volvió, volvió porque se le había caído la bufanda por el camino; volvió y pidió perdón y se excusó: es que me la regaló alguien que me quería de verdad, alguien que haría todo por mí. No es que tú me quieras menos -añadió- pero él siempre tuvo los ojos azules y lo demostró. Quizá sencillamente tú te hayas equivocado de mundo.
Y entonces se marchó para nunca volver.
viernes, 29 de octubre de 2010
I hate you then I love you, Martini.
Algún día despiertas y te preguntas quién eres. No lo sé, contesta el sombrero.
No lo sé, contesta el espejo.
Qué importa, contestan tus hombros.
Caminas siempre dentro de los mismos zapatos y a veces temes que la altura de su talón no sea la indicada. Si es demasiado alto, te precipitarás al vacío; si es demasiado plano, se te desgastará la suela. Pero, ¿llevar siempre los mismos zapatos no hará que te canses de ellos?
No lo sé, contestan. Ellos te quieren, ellos sí. Entonces recuerdas aquella vez en que te mordieron, te das cuenta de que no puedes confiar en nadie, ni en tus zapatos...
Caminabas o corrías, no lo recuerdas, por aquella calle sin asfaltar, a punto de caerte, con la falda corta que se encogía... Y llovía. Diluviaba sobre todo, pero a ti no te afectaba, como si estuvieras dentro de una burbuja; chocabas contra los obstáculos que había en la calle, pero no te importaba. Nada importaba, sólo correr. ¿Era tarde? ¿Huías de algo?
Qué importa, estás borracha.
jueves, 28 de octubre de 2010
Nocturno
Mi cama son las montañas de ropa que nunca ordené.
El suelo no suena, y temo que se deba a otra copa llena.
No hay reloj en esta cabeza, ni vida en este pecho.
Entre mis dedos pasa una sombra que nadie puede ver;
y yo la siento...
y se me escapa.
La persiana medio bajada no deja ver sino la oscuridad que no alumbran las estrellas, en este paraíso gris.
Tengo miedo. Pánico. ¿Llegará mi aliento hasta el helado cristal?
Susurro por si acaso...
Mis sueños son pupilas dilatadas que captan acertijos sin respuesta.
Mi guarida, el hueco entre el armario y la pared.
How to be a Hypocrite
If you want to be really and truly British, you must become a hypocrite.
Now: how to be a hypocrite?
As some people say that an example explains things better than the best theory, let me try this way.
I had a drink with an English friend of mine in a pub. We were sitting on the high chairs in front of the counter when a flying bomb exploded about a hundred yards away. I was truly and honestly frightened, and when a few seconds later I looked around, I could not see my friend anywhere. At last I noticed he was lying on the floor, flat as a pancake. When he realised that nothing particular had happened in the pub he go up a little embarrassed, flicked the dust off his suit, and turned to me with a superior and sarcastic smile.
"Good Heavens! Were you so frightened that you couldn't move?"
How to be an alien (1946), George Mikes
Now: how to be a hypocrite?
As some people say that an example explains things better than the best theory, let me try this way.
I had a drink with an English friend of mine in a pub. We were sitting on the high chairs in front of the counter when a flying bomb exploded about a hundred yards away. I was truly and honestly frightened, and when a few seconds later I looked around, I could not see my friend anywhere. At last I noticed he was lying on the floor, flat as a pancake. When he realised that nothing particular had happened in the pub he go up a little embarrassed, flicked the dust off his suit, and turned to me with a superior and sarcastic smile.
"Good Heavens! Were you so frightened that you couldn't move?"
How to be an alien (1946), George Mikes
Rain
Un poema sencillito to welcome everybody.
We caught an eye
as time went by.
Rain on the avenue...
Goodnight -we say.
The lights turn off.
And we embrace.
We caught an eye
as time went by.
Rain on the avenue...
Goodnight -we say.
The lights turn off.
And we embrace.
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